Navidad, diciembre, cierre del año 2020. No ha sido un tiempo fácil; hay cambios que nos han confrontado con las realidades que a veces nos cuesta ver dentro y fuera de casa. Es probable que el encierro, la movilidad reducida, o el temor a enfermar, nos haya puesto de frente a cosas, situaciones, personas, sensaciones, o lo que sea, que nos genera temor, pánico, tristeza, rabia, frustración.
Han sido épocas convulsionadas, cómo negarlo. Si la agitación está afuera ¿cómo no va a mover algo dentro? Hay crisis, movimiento, y no sólo caben las canciones, la natilla y los buñuelos, sino que también podría haber espacio para el vacío y la confrontación. Es paradójico, porque en esta época hay una presión publicitaria frente al cómo vivirla. No hay navidad sin pavo, reunión familiar, regalos costosos, decoraciones específicas ¿y dónde cabe el malestar? ¿es válido? habrá que construir una navidad para cada individuo.
Es momento para decir que las emociones, que malogramos y etiquetamos como “negativas”, surgen más allá de una pandemia o de las presiones propias de las festividades. Además, quienes hemos atravesado por ansiedad o depresión, sabemos que hay 365 días en los que pueden caber el malestar, pero también esa misma cifra aplica para las posibilidades de mirar para adentro ¿para dónde más, si se quiere sanar? Entonces, si lo pensamos así, tanto la navidad, el fin de año, y hasta la pandemia misma, se pueden pensar como oportunidad.
Vernos y darnos cuenta de nosotros mismos es un viaje, e idealmente se va acompañado (por un psicoterapeuta, por ejemplo). El camino no resulta fácil y así como hay bajadas, hay cerros y montañas empinadas. Uno de los regalos del viaje es que te des cuenta de ti, de tus pantanos, tus desiertos, tus tierras, tus universos. En el proceso, encontrarás que la senda tendrá flechas hacia diferentes direcciones, o con etiquetas equivocadas; esos “debería” o adjetivos que te enseñaron en casa, y se reforzaron en la escuela, el trabajo, la televisión, y las redes sociales. Por ejemplo “debería asistir a todas las reuniones familiares” “debería vestirme de esta forma”, “soy insuficiente”. Recuerda que siempre podrás cuestionarlos, arrancar esas etiquetas, o ajustarlas a tu gusto y necesidad.
Encontrarás que hay ritmos y velocidades que no son para ti. Sencillamente no se adaptan a tus necesidades, o reconoces que no estás preparado para dar una carrera, y sí para caminar y respirar. Navidad, como otras fechas, te aproxima a maratones, a rápidos andares entre lo que se debe hacer, lo que te venden como un deseo tuyo, y lo que realmente necesitas y quieres. Caminar en tu darte cuenta de ti, es escucharte y buscar las posibilidades de equilibrio entre lo que necesitas, quieres, y puedes. Si te cargas con deseos ajenos, la maleta pesará mucho y no te permitirás recorrer en libertad; si decides caminar por las flechas que no son tuyas, te alejarás de ti, y quizá, más adelante, te encuentres cansado y perdido.
¿Podrías imaginarte en este momento una navidad que se ajuste a tus posibilidades, necesidades, y deseos? Que este sea tu regalo para ti en estas fechas de celebración.
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