En la ansiedad, como en la salud mental en general, se debe tener una mirada integral, es decir una observación de las diferentes áreas de cada persona, considerando la complejidad de cada caso. Así, reconocemos que en cada situación existen pensamientos, sensaciones, y comportamientos que se deben abordar, y también tenemos en cuenta que hay otros factores para evaluar y tratar, entre los que podemos nombrar el contexto y aspectos biológicos, como el funcionamiento del cuerpo y los factores heredados.
En este caso, la evidencia científica ha mostrado la existencia de un eje microbiota-intestino-cerebro. La microbiota intestinal son los microorganismos (como hongos y bacterias) que habitan en él y, nos ayudan con procesos fundamentales del cuerpo. Cuando se da un desequilibrio, hay un impacto en la liberación de neurotransmisores, como la serotonina y la dopamina, favoreciendo el mantenimiento de manifestaciones emocionales poco funcionales, como la ansiedad.
Ahora bien, la composición y equilibrio de la microbiota depende del tipo de parto que cada persona vivió, la alimentación durante la lactancia, las condiciones de higiene, la edad, la actividad física, entre otros. Sin embargo, el principal componente que influye en ella es la dieta; por ejemplo, un consumo abundante de grasas, va a impactar la microbiota, y favorecer comportamientos ansiosos, mientras que una dieta equilibrada, que incluya probióticos y prebióticos, así como actividad física regular, puede favorecer el mantenimiento saludable de la microbiota.
Por lo anterior, se considera la posibilidad de que una dieta rica en probióticos y prebióticos pueda facilitar la disminución de respuestas relacionadas con la ansiedad. De hecho, se han elaborado y estudiado probióticos de tipo farmacéutico y, aunque los resultados son variados, se evidencia que no hay efectos negativos.
Entonces te recomendamos que hagas ejercicio de manera regular, e incluyas y mantengas una dieta saludable, que contenga alimentos con probióticos, como los fermentos (yogures, quesos, kéfir, masa madre, chucrut) y prebióticos, como la cebolla, los espárragos, el centeno, la avena, las alcachofas, los plátanos y la chicoria.
Recuerda que eres un ser integral, y todas tus facetas están en conexión.
Referencias
Castañeda-Guillot, C. (2020). Microbiota intestinal y trastornos del comportamiento mental. Revista Cubana de Pediatría, 92(2).
Cepeda Vidal, V., Mondragón Portocarrero, A. D. C., Lamas Freire, A., Miranda López, J. M., & Cepeda Sáez, A. (2019). Empleo de prebióticos y probióticos en el manejo de la ansiedad. Farmacéuticos comunitarios, 11(2).
Creus, E. G. (2004). Alimentos prebióticos y probióticos: la polémica científica sobre sus beneficios. Offarm: farmacia y sociedad, 23(5), 90-98.
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